Sin título (En la encrucijada: reflexiones críticas desde el cuerpo sobre las exposiciones de muebles). 2023

Artículo de crítica de arte en periódico local. Resultados residencia Edículo Activo 23

Los espacios expositivos son espacios políticos. Lugares en los que se articulan discursos, en los que el cuerpo está presente y se negocia el tiempo del visitante. Que podríamos decir visitante, usuario/a/e o consumidor/a/e. No sólo las exposiciones de arte son exposiciones, una tienda, por ejemplo, es una exposición también.

Como cierta genealogía de las exhibiciones podemos mencionar las Wunderkammern, Studioli, gabinetes de curiosidades, espacios privados donde el coleccionista se presentaba en una posición de poder frente al visitante mostrando sus riquezas y gusto para atesorarlas. Las muestras de tesoros de conquistas, coloniales o sociales, el Louvre es un buen ejemplo de ambas, desde la liberación por y para el pueblo de las colecciones reales a la muestra de objetos expoliados por las tropas napoleónicas. Los Salones del XIX, espacios donde la academia asentaba sus concepciones y se marcaban las modas, paralelamente a éstas las exposiciones de los rechazados del impresionismo, que buscaban su hueco en el mercado burgués. También tenemos las Exposiciones Universales, escaparate de las culturas y ciencias de cada país, a remarcar las tensiones políticas traducidas en arquitectura de los Pabellones de la URSS y la Alemania nazi del 1937, y el humilde grito de ayuda del Pabellón de la República española. Las Biennale di Venezia fascistas, la redención de Alemania con la documenta de Kassel en los años 50 y la agenda de relaciones públicas internacional del Estado español en la transición mostrando modernidad y equiparándose al resto de Occidente, acciones culminadas por la Expo 92 en Sevilla y las Olimpiadas en Barcelona.

Sin embargo, lo que nos interesa son las maneras de exponer, los distintos expositivos utilizados, que no son más que estudios y adaptaciones para que el individuo que penetre en nuestro espacio pueda leer su contenido. Ha variado mucho, comenzando con el clúster, un abarrotamiento del espacio con objetos a las presentaciones esencialistas que se pueden derivar de la museografía destilada por Alfred Barr en el primer MoMA en los años treinta del siglo pasado. Vitrinas, peanas, composiciones en pared… asociadas a las exposiciones de arte son también dispositivos que no son ajenos a las galerías comerciales, ambos espacios comparten y trasvasan conocimientos, porque el objetivo es el mismo: guiar el ojo.

Nuestro objetivo es realizar un acercamiento a las exposiciones de muebles desde la figura del crítico de arte. Desentrañar cómo se articulan esos espacios comerciales, qué es lo que hay, cómo se articula el gusto. Nos interesan estos espacios porque es la carta de presentación una industria que está imbricada en la ciudad, la ha construido como tal hasta dar forma a su identidad. Además, dictamina modas, gustos, también con los modos de vivir los espacios privados y su presentación al visitante.

La obra en sí comienza con la visita a las exposiciones, y se materializa una crítica publicada en el periódico local Siete Días. Queremos plantear una obra imposible de mostrar en una sala de exposiciones, su espacio expositivo es el periódico y sólo así se debe mostrar.

Sin embargo, aquí adjuntamos el texto a falta de su contexto:

Jonathan G. Ballard describiría en su Proyecto para un glosario para el siglo XX el mueble como “una constelación externa a nuestra piel y de nuestra postura”. Precisamente, en este breve texto vamos a abordar dicho objeto, su importancia para esta ciudad y la manera en la que se presentan desde tres casos de exposiciones de mueble.

Frente al inmueble, el mueble, que se refiere a lo móvil. Los bienes muebles son aquellos que los nobles se llevaban cada vez que se desplazaban, las paredes se quedan pero estos objetos (inclusive niños, mujeres y servicio) los acompañan. Y no son neutros, aportan estatus, los posicionan frente a la sociedad y construyen su poder. La finalidad de la silla señorial no debía ser bonita, debía constituir la autoridad del señor. Partiendo de la imposibilidad de neutralidad, nos adentramos en la construcción de esos espacios autoficcionales que son nuestros hogares. Áreas reservadas a lo femenino, esfera privada que encuentra su antagonismo -artificial- en lo público (la plaza y el taller) venidas de la teoría de las dos esferas burguesas en el s. XIX. Reina el ornamento, lo cursi (no con tintes negativos sino como accesorio y manierista), elementos que se alejan de lo austero, de lo industrial de las proyecciones masculinas en el espacio. No obstante, el espacio privado vería una invasión y transformación desde un lugar bastante insólito, como podía ser la revista Playboy, desarrollando un hombre de interior, sofisticado, rodeado de distintos dispositivos tecnológicos que eliminan la necesidad de las mujeres para el cuidado del hogar. El modelo de familia nuclear heterosexual y monógama es roto por el de heterosexual (varón cis, evidentemente) polígamo. El interior para el disfrute masculino y como dispositivo de seducción, el campo de caza se traslada del monte al salón, según el filósofo Paul B. Preciado. El espacio doméstico es un teatro, encarna un espacio para la autodefinición, es nuestro cuerpo expandido, nuestro ser se desborda e inunda el hogar y para presentarnos a los demás. Nadie se olvida de los salones para las visitas. Pero también se siente cárcel, dispositivo de alineación, espacio que reproduce desigualdades y violencias. Segrega y ordena los cuerpos, sus funciones, su posición, posturas…
Como espacio puente, lleno de promesas, que trasvasa ilusiones y ordenaciones encontramos la exposición de muebles. Pornografía en el sentido de que traslada lo privado a lo público para generar reacciones fisicoquímicas en los y las sujetos. La exposición, con pretensiones evocadoras, debe introducir al visitante, seducirle y atraparle con sus garras para que se sienta en casa, en su hogar, se proyecte y se vea habitando el espacio. Yo quiero esto para mi casa, yo necesito esto para mi casa, esto soy yo.


La exposición utiliza ciertos códigos para la conducción de los visitantes a través de ella, dispositivos físicos: catenarias, flechas, carteles, limitaciones por los cambios de iluminación… También, es fundamental cómo ordenamos los elementos en el espacio, qué se construye y cómo. Los objetos son palabras y la exposición es nuestro texto. En nuestra visita a tres exposiciones (F, K e I) hemos transitado por diseños que se preocupaban más por sus públicos que otros. Entender cómo nos sentimos según el entorno en el que nos encontramos es fundamental para manipular de manera artificial los cuerpos, concepto importante, es una categoría que ha sido reservada a mujeres e individuos queer, porque forman parte de lo salvaje, animal y no lo racional como el hombre. Se pone el cuerpo, atravesamos los espacios con el tacto, el olfato, no sólo con la vista, sentido racional. Por eso, no es lo mismo que K tenga en cuenta la iluminación, nos dirija la mirada con puntos focales, juegue con las temperaturas de la luz, cuya exposición está principalmente bañada por luz cálida -salvo en la zona de mobiliario de oficina o zona de estudios-, que el descuido total de la iluminación por parte de I y K, resumiéndose en una presentación visual de los objetos. La atmósfera de K deviene en intimidad. Las luces cálidas relajan nuestro metabolismo y nos preparan para el descanso. Es entre las luces tenues donde los deseos pueden surgir. No obstante, de lo que sí podemos sentir que pecan las tres exposiciones es de la falta de descanso que necesitaba nuestra vista, saturación de estímulos visuales, abarrote de espacios normativos que ordenan los cuerpos de una misma manera con la diferencia de que cambia su diseño. Desde líneas angulosas, siguiendo los principios planteados por los diseños de mediados de siglo XX, a derivaciones del mueble castellano y la gran vitrina donde atesorar colecciones, recargado barroco con ciertas pretensiones de imitar una idea de lo noble. Cierto es que, en estilos que podemos considerar más contemporáneos, huyendo del artificio y la voluta, estas vitrinas dejan de existir o se simplifican, desterrando el artificio cursi por la austeridad. Curioso que tan sólo K, ha desbordado lo óptico para llevar la exposición a otros sentidos como el olor: huele a ropa limpia y eso nos remonta al hogar.


El desplazamiento del producto fabricado en la esfera pública (masculina e industrial) hacia la privada (femenina) se nos muestra complejo y, si se nos presenta frío, nos alejamos y lo expulsamos. De la fábrica a la casa, objetos construidos por manos de hombre para satisfacer espacios femeninos, mediado por el mercado y pervertidos por la indefinición de la realidad que escapa al desarrollo teórico de este texto.